Desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (uno de los distintos tipos de intervención psicológica que existen), nos llega una metáfora interesante: «El hombre en el hoyo«, que puede hacer reflexionar a más de uno. Sin querer adelantar mucho para poder conocerla sin más ideas previas, esta metáfora nos dice lo siguiente:
Imaginemos a un hombre que camina por un campo lleno de hoyos, con los ojos tapados y como única ayuda, algunas herramientas. Como era más probable, finalmente el hombre cae en uno de esos hoyos, encontrándose totalmente atrapado. Ante tan angustiosa situación, no encuentra mejor solución que usar las herramientas con las que cayó allí dentro. Así, encuentra una pala, con la que comienza a cavar con desesperación. Sin embargo y como era esperable, al cavar más y más el hoyo es cada vez más grande, por ello el hombre piensa que quizá cavando más rápido, o quizá dando paladas más pequeñas, o quizá con una pala mayor, ya sí lo consiga. Al pasar el tiempo, se reprocha así mismo que si hubiera caminado más para la derecha, no hubiera caído en el hoyo. Pero obviamente eso no le hará salir del hoyo, ni aunque conozca todo el campo y cada uno de sus hoyos, evitará estar donde se encuentra ahora. Y cuanto más se esfuerza en ello, más abajo está. Cavar, no le sacará del hoyo.
Quizá algún lector motivado, pueda haber intentado encontrar paralelismos de algún tipo entre esta historia y la vida real, pues de eso suelen ir las metáforas e incluso más si cabe, las metáforas que cuentan los psicólogos (que para eso merecida fama tenemos). Tal vez pueda ayudar desengranar algún aspecto de esta historia. Como advertimos desde un comienzo, el hombre parecía disponer de pocos medios para afrontar tan dramática situación futura: ojos inutilizados y herramientas que sólo sirven para hundirle más. De alguna manera desde esta metáfora, se nos plantea que no suelen enseñarnos un modo útil de afrontar las dificultades, o que nos enseñan que el único modo de salvarlas, es tratar de evitar ese malestar como sea. Tal es así, que la solución por la que optamos, a veces sólo nos hunde más. Y es que afanarse en evitar los miedos y las situaciones angustiosas, no hace que éstos desaparezcan, a veces como hemos visto, todo lo contrario. Quizá, el hombre debió entrar en contacto con la tierra y el hoyo que tanto le angustiaba, rodeándose de ella. Tal vez así, podría poco a poco ir escalando a través del hoyo. Es comprensible su reacción, poco más sabía hacer entonces. Ahora conociendo esto, quizá cambie nuestra percepción del malestar y de cómo gestionarlo, ¿seguirías cavando si cayeras en un hoyo?
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